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Chechenia: el conflicto pendiente

26 de octubre de 2002

El drama de los rehenes llegó a su fin, pero no la guerra de Chechenia. Tras la cruenta liberación de los cautivos en un teatro de Moscú, se augura un endurecimiento de la posición rusa. Un comentario de Peter Philipp.

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Tanques bloquen una calle cercana al teatro donde fueron liberados los rehenes, en Moscú.Imagen: AP

La liberación de rehenes inocentes en manos de terroristas, sólo cabe ser aplaudida, dondequiera que tenga lugar. Y esto se aplica también a lo ocurrido ahora en Moscú, aunque el precio haya sido alto y algunos de los cautivos hayan resultado muertos o heridos. Porque ceder ante el terrorismo sólo da pié a más terrorismo.

Sin embargo, tales consideraciones teóricas no bastan para aquilatar la operación que acabó con el drama de los rehenes. Sería erróneo aplaudir ahora al presidente ruso, Vladimir Putin, como un héroe de la lucha contra el terrorismo. Porque, mientras conseguía imponerse ante el violento desafío del comando extremista, al parecer ha considerado oportuno lanzar una nueva ofensiva en Chechenia.

El círculo vicioso

Tras la toma de rehenes en Moscú, Putin no podía ciertamente ordenar la retirada de las tropas rusas de la república caucásica. Semejante paso habría sido equivalente a una capitulación, al margen de que en la práctica habría resultado imposible llevar a cabo un repliegue en pocos días, como exigían los separatistas. Sin embargo, el presidente ruso debería haber comprendido que el círculo vicioso de la violencia debe interrumpirse por fin, para encontrar una salida.

Claro está que semejante conclusión presupone moderación y sensatez política. Algo que se echa de menos en ambas partes enfrentadas en este conflicto. Pero si los implicados no quieren o no están en condiciones de recapacitar, debería haber terceros dispuestos a ejercer sobre ellos una influencia moderadora. Sin embargo, tampoco esto sucede.

El papel de Europa

Tal parece que Putin se ha convertido para los estadounidenses y los europeos en un aliado demasiado importante como para que estén dispuestos a criticarlo por causa de un pequeño pueblo como el de Chechenia. ¿De qué sirve entonces prestar una precaria asistencia a más de 200 mil refugiados chechenos? Mientras Occidente se limite a hablar de moral, derechos humanos y autodeterminación política, pero mire hacia otro lado cuando dichos principios son atropellados por gobiernos amigos, no habrá esperanza.

Es hora de actuar de acuerdo con los parámetros que con tanta facilidad se aplica a otros. En el caso actual, eso implica poner en claro a Moscú que Europa espera de sus amigo y aliados que compartan sus valores políticos y sociales, al menos en lo medular. Naturalmente, algunos lo interpretarán como una capitulación ante el terrorismo. Pero eso no es efectivo. A la larga, será la única salida.