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Berlinale: premios merecidos, pero poco nivel

22 de febrero de 2010

En su 60a edición, la Berlinale se caracterizó por otorgar merecidos premios, si bien la oferta fue demasiado variada como para ser verdaderamente de calidad, dice Jochen Kürten, de Deutsche Welle.

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Oso de oro de la Berlinale.Imagen: picture alliance/dpa

La película a la que todos pronosticaban como ganadora fue "Bal". En medio de una competencia muy mediocre, el film turco estaba entre los cuatro o cinco mejores, y con él se prolongó la tradición de la Berlinale, ya que los filmes premiados en los últimos años provenían, en su mayoría, de países con poca tradición cineasta o de directores que todavía no se habían hecho un nombre en el mundo del celuloide.

El director turco Semih Kaplanoglu no es ningún desconocido, y su película "Süt" se proyectó hace poco en las salas de Alemania. El "Oso de Oro" de Kaplanoglu es también un reconocimiento para el potente cine de arte turco actual.

También los otros ganadores del premio de la Berlinale fueron seleccionados con excelencia por el jurado, presidido por Werner Herzog. El "Oso de Plata" a Roman Polanski como mejor director es merecido, y no debe verse como un gesto de solidaridad para el cineasta, que sigue en arresto domiciliario en Suiza. “The Ghost Writer” es, sin duda, un thriller convencional, pero está escenificado y actuado tan magistralmente y con tanto estilo en tan magníficas locaciones, que el corazón cinéfilo de Berlín se puso a latir aceleradamente.

El Gran Premio del Jurado fue para una pieza rumana, y el "Oso de Plata" al mejor guión se lo llevó el film chino que abrió el festival –"Separados, juntos"- una decisión que habla de la mirada experta del jurado, lo que no se puede decir de las premiaciones de años anteriores. El juicio de los críticos, así como el jurado internacional, a menudo muy variopinto, fueron rara vez congruentes. Y ahora, una observación crítica: la obra iraní "Tiempo de ira" debería haberse ido a casa con un premio, y no únicamente por su actualidad política. Pero ese esa es la única objeción. Por lo demás, me saco el sombrero ante este jurado.

Entonces, ¿todo fue perfecto en esta edición número 60 de la Berlinale? De ninguna manera. La magnitud de los premiados no pudo ocultar el bajo nivel del festival de este año. Y, lamentablemente, se trata de una tendencia del pasado que persiste en 2010. El corazón de la Berlinale, es decir, el certamen, debería reformarse con urgencia. Como muestra, una clara señal de la decandencia: los grandes directores y las mejores películas siempre van a Cannes. Tanto Pedro Almodóvar como Lars von Trier o Quentin Tarantino prefirieron exponer sus nuevas obras en la Costa Azul, y no en Berlín.

Se podría argumentar que Berlín tiene otro foco, y que aquí la mirada se centra en regiones remotas del mundo en las que habría directores desconocidos por descubrir. Si esto se tradujera en aportes de calidad para el festival, no habría argumento que contraponer. Pero lo que, en parte, se pudo ver este año fue apenas digno del nivel que aspira tener un gran festival internacional.

¿Qué se podría mejorar? La Berlinale se ha convertido en un certamen increíblemente inflado de diversas secciones programáticas, subsecciones y eventos adjuntos. Iría en beneficio del festival que la energía se concentrara más en la calidad y se redujeran las presentaciones especiales para sólo mostrar lo mejor de lo mejor. Y la Berlinale podría continuar siendo un gran festival para el público. Según los organizadores, el público berlinés tomó por asalto casi todas las funciones. Pero, ¿qué habla en contra de mostrar menos películas durante más funciones? Lo que se necesita es valor para cometer errores y lograr así mayor calidad.

Autor: Jochen Kürten
Editor: José Ospina Valencia